
Verdad Escrita. |12/05/2025|
A pocos meses de definirse las candidaturas para las elecciones generales, los partidos políticos bolivianos enfrentan una crisis de representación sin precedentes.
Frente a este escenario, se hace urgente un llamado a la renovación real, a la construcción de propuestas serias y al rescate del sentido ético de la política.
De lo contrario, el país se encamina a un proceso electoral marcado por la apatía, el voto castigo y la deslegitimación institucional.
La falta de líderes sólidos, la improvisación en las listas y la presencia de figuras políticas cuestionadas generan incertidumbre y malestar entre la ciudadanía.
Las agrupaciones tradicionales, tanto del oficialismo como de la oposición, muestran señales de desesperación.
Muchos aún no han definido candidatos a la vicepresidencia, mientras que en las listas para diputados y senadores figuran personas sin trayectoria política conocida, exmilitantes de otras fuerzas e incluso figuras acusadas de oportunismo o transfugio.
La división interna en el Movimiento al Socialismo (MAS-IPSP), protagonizada por los bloques de Evo Morales, Andronico Rodrigu y Luis Arce, ha debilitado su capacidad de presentar una fórmula unitaria.
Por su parte, Samuel Doria Medina, Jorge Tuto Quiroga, Fernando Camacho y otras agrupaciones opositoras enfrentan sus propios dilemas: falta de estructura territorial, liderazgos débiles y una creciente desconexión con las demandas populares.
“Estamos ante una crisis profunda de los partidos. Muchos de los que figuran como candidatos no representan a la gente ni tienen proyectos claros. Hay más cálculo electoral que compromiso político”, comenta el analista político Carlos Rojas.
La ciudadanía observa con preocupación el rumbo del proceso electoral. El desencanto y la desconfianza crecen, alimentados por la percepción de que los espacios de poder están siendo ocupados por improvisados o reciclados del pasado, más preocupados por los cargos que por el servicio público.
A este panorama se suma la instrumentalización del sistema judicial, la persecución política y una democracia que, aunque formalmente vigente, atraviesa una etapa de desgaste evidente.
Fuente: boliviaprensa.com