Un sacerdote catalán abusó durante décadas de cientos de niñas indígenas en Bolivia

El sacerdote Roma con una niña de Charagua, en su habitación de la casa de los jesuitas.

Verdad Escrita. |17|06|2024|

El diario del sacerdote catalán Luis María Roma Pedrosa, conocido como Lucho Roma, quien abusó durante décadas de cientos de niñas indígenas en Bolivia.

Este es el segundo diario de un pederasta jesuita que sale a la luz en Bolivia, tras la publicación hace un año de las memorias del sacerdote Alfonso Pedrajas por parte de El País de España, el mismo periódico que ahora reveló los diarios del cura Roma.

El año pasado se conocieron parte de las fotos, publicadas en medios bolivianos. La información fue publicada inicialmente en 2019 por la agencia EFE firmada por Gabriel Romano, pero ahora El País habló con las víctimas y tuvo acceso al diario del sacerdote.

El propio sacerdote Roma, que murió en agosto de 2019 a los 84 años, firmó una confesión: “Me dejé llevar, en algunas situaciones, por actos libidinosos, impropios de un religioso, con niñas de ocho a 11 años”.

En su confesión, agrega que “nunca fue mi intención hacer daño a ninguna de las niñas y en los momentos que se dieron estas conductas fue por una fuerza mayor que yo no podía controlar. Reconozco la falta grave cometida, pido perdón por el daño que hubiera podido ocasionar a las niñas y al haber defraudado la confianza de las mamás”.

Los abusos fueron cometidos entre 1998 y 2002, admite el propio cura Roma. En sus últimos años Roma estuvo postrado en una silla de ruedas. Sin embargo, no se descarta que hubiera cometido otros abusos en su carrera de 66 años como sacerdote, muchos de los cuales estuvo a cargo de menores de edad. El cura fue profesor en el colegio San Calixto en La Paz, escuela San Clemente en Potosí y director del Hogar de Menores de Tacata, Cochabamba.

De hecho, los investigadores citados por El País señalan que el cura viajaba a los Yungas para visitar la comunidad de Trinidad Pampa y que agredió sexualmente a decenas de niñas allí también.

Roma escribió durante su estancia como misionero en Charagua, en el Chaco, entre 1994 y 2005, cómo fotografió, filmó y abusó de más de un centenar de niñas, la mayoría indígenas guaraníes.

La investigación, que comenzó en marzo de 2019, por encargo de la cúpula de la orden en Bolivia, que duró seis meses, dijo El País en su edición de este domingo. El diario hace notar que los jesuitas no informaron a las autoridades bolivianas de sus hallazgos ni indemnizaron a las víctimas.

En algunos de sus escritos el sacerdote describe cómo reunía a las niñas en grupos, se duchaba con ellas en su cuarto y les tomaba fotos, que después usaba para masturbarse. A muchas de ellas las tocaba en sus zonas íntimas y besaba en todo el cuerpo. Además, en estos manuscritos aparece el nombre de Francesc, el hermano de Roma, otro acusado de pederastia.

Pese a la confesión del sacerdote, la justicia archivó el caso al no encontrar a las víctimas, pero El País sí las halló, y relataron el infierno que vivieron durante años.

Me dijo: “He traído unas cosas de Santa Cruz para regalarte”. Fui y subí a su cuarto. Puso Blancanieves y sacó chocolate. Me sentó en su falda y me empezó a agarrar por mis piernas y mis partes. Yo me asusté y me puse a llorar. Y me fui”, relata una de las víctimas a El País.

Los testimonios

En otra de las entradas de su diario, dice: “Qué de cosas se pueden escribir así, a mano alzada. ¡Oh! qué mal escribo, qué mala letra, qué falta de capacidad para expresar lo que hay dentro de mí: la verdad es que me las comería. (…) Toco con mis manos el conjunto… siento el calor de la zona íntima, ¡con calorcito natural! ¡Qué hermosas estas niñas, desnudas huelen a jaboncillo!”.

Luego escribe: “Hoy han pasado por mi cuarto 10 niñas y habré sacado unas 95 fotos de chiquitas queridas”.

En noviembre de 1998 Roma escribe en su diario que tiene problemas. No describe concretamente qué ha sucedido, pero sus preocupaciones giran en torno a las fotografías y videos que ha ido acumulando en los últimos años, especialmente en la región de los Yungas, La Paz: “¿Volveré a hacerme de fotos y otras cosas?”.

Angustiado, cita en sus memorias que debe asegurarse de que “no quede” ninguna grabación de sus visitas a Trinidad y Pampa “porque es muy peligroso”, aunque deja constancia de que guardará los negativos de las fotos: “¡En un momento de locura puedo hacerlos copiar de nuevo! Es un peligro”.

Pero El País detecta que solo logra 76 días de abstinencia. Después de ese periodo, vuelve a abusar, fotografiar y filmar a niñas en Charagua, según aparece en sus manuscritos. Su diario acaba en septiembre de 2000 haciendo menciones sobre su condición de pederasta: “¿Qué puedo comentar de la obsesión? ¡Por Dios a ratos me asusto… me veo como ‘anormal’, como acosador de niñas, como violador en potencia, como peligro para esas criaturas!”.

Fuente: Brújula Digital

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